Kamor nació en una conversación sencilla, entre madre e hija. De esas donde surgen las ideas que importan.

Compartíamos el mismo deseo: crear algo propio, bien hecho, que reflejara nuestros valores y nuestra forma de ver el cuidado personal. Algo auténtico, eficaz y bello en su sencillez.

Mi madre es terapeuta, osteópata, maestra espiritual y una exploradora incansable del bienestar. Amante de crear, de cuidar y de encontrar belleza en lo natural. Yo soy ingeniera, pero antes que eso, crecí entre ungüentos caseros, masajes y plantas. Desde bebé absorbí esa filosofía del bienestar que en casa era lo cotidiano.

No queríamos lanzar “otro producto más”. Queríamos una marca con alma, con criterio. Una cosmética natural que no dependiera de las modas, ni de fórmulas vacías.

Empezamos desde lo pequeño: investigando, probando, seleccionando ingredientes con amor. Cada decisión fue tomada con calma, con exigencia y con la intuición de que estábamos creando algo que merecía ser compartido.

Así nació Kamor. Un proyecto que une generaciones, sensibilidad y rigor. Una marca familiar, independiente y libre, que pone belleza, conciencia y resultados en el mismo plano.